Estoy hasta arriba de cosas, necesito desconectar, no veo el momento de que lleguen las vacaciones ¿Te ocurre como a mi?
Es una verdad irrebatible que vivimos en una sociedad plagada de estímulos. Eso no ayuda a encontrar momentos para el descanso, físico y mental. Si le añadimos el estrés laboral, la conciliación con la vida familiar, la hiperconexión a través del móvil, 24 horas, 7 días a la semana (¿no tanto? Venga, de acuerdo, 18 horas al día, 6 días y medio a la semana), el resto de obligaciones (logística, gimnasio, familia extensa…) es fácil sentirse abrumado y entrar en modo “centrifugadora”.
Quedarse ahí puede suponer acabar pidiendo ayuda para la depresión y con ello un psicologo especialista en depresion. Quizá por eso apetece tanto desconectar, a veces hasta desenchufarse…
Quizá lo fácil aquí sería daros unas pautas, alguna lección poco original sobre gestión del estrés. Mindfulness, yoga, pilates, running, macramé, mandalas, danza consciente… Nosotros también hemos probado esas técnicas, ninguna guasa. Necesitamos actividades lúdicas, de conciencia corporal y emocional, en las que nuestro cuerpo y nuestra mente se reúnan, en las que no estar resolviendo ninguna otra cosa.
Lo bueno es que funcionan, lo malo es que sólo funcionan un rato.
Para la mayoría, el ritmo de vida se impone y nos secuestra. Como una rueda de hámster que hemos construido nosotros y en la que hay mucho en juego. La condición para bajarse un rato es que no deje de girar ¿os suena?
Hoy no vamos a daros ninguna lección magistral sobre cómo combatir el estrés y la ansiedad, sino que vamos a entender mejor el mecanismo perfectamente engrasado de la rueda, porque el entendimiento es con frecuencia el primer paso.
¿Habéis oído hablar de la Dopamina?
Esa sustancia de la que se dice a menudo que es el neurotransmisor del placer, y por lo tanto responsable de muchas adicciones. ¿Es esto cierto? No exactamente, seamos más rigurosos.
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La Dopamina no está tan relacionada con el placer como lo está con la motivación, con el refuerzo de conductas. Veámoslo así, esta sustancia es responsable de:
- Perseguir aquello que nos agrada (búsqueda de placer)
- Evitar aquello que nos desagrada (evitar el dolor)
- Maximizar las conductas agradables que evitan lo desagradable (parece una verdad de perogrullo, pero aquí está el quid de la cuestión)
Veamos unos ejemplos:
- Cuando saco la lista de cosas que hacer y hago “check”, me siento bien: Dopamina.
- Cuando saco la lista de cosas que hacer y hago “check”, evito sentirme mal: doble premio, aún más dopamina.
- Cuando llego a casa y pongo la serie de moda en Netflix y me río un rato: Dopamina.
- Cuando llego a casa y pongo la serie de moda en Netflix para olvidarme de la lista de cosas que hacer de mañana: doble premio, aún más dopamina.
- Cuando abro la red social de moda y veo desfilar contenidos de todo tipo buscando la famosa desconexión… Adivinad… DOPAMINA.
Esto nos lleva a las siguientes preguntas:
¿Es la desconexión humanamente posible? ¿O deberíamos de empezar a procurarnos conexiones de más calidad? ¿Estamos dispuestos a asumir una vida menos ambiciosa en términos de resolución y menos tóxica en términos de hiperconexión? ¿Se ha convertido en una tarea titánica bajarnos de la rueda de los “check” un rato sin ayuda de Netflix? ¿Recordáis cómo era la vida cuando el teléfono era fijo, y nosotros salíamos a pasear y ver escaparates? Ahora mismo sólo de pensarlo me suena a vacaciones…